viernes, noviembre 19, 2004

Listo para comer...



Elegir es terrible. Por cada elección que hacemos, chau; millones de posibilidades que nos perdemos. Vamos a un restaurante, nos sentamos a la mesa, nos acercan la carta y ahí está: la fatalidad entera aparece en nuestras manos y el sentimiento trágico de la vida atraviesa el menú. ¡Cuántas alternativas! ¿Qué pedir?, ¡por Dios! ¿Qué probar y qué –más terrible todavía- dejar de probar? Menos mal que el mundo también ha pensando en personas como nosotros, gente que sabe que lo bueno no puede nunca terminar en una única opción y que en la diversidad está, entre otras cosas, el gusto. Ahí están ellas, las picadas salvadoras. Tablas y tablitas nos redimen de la tragedia más absoluta y despliegan su abanico salvador frente a nosotros. ¿Qué querés comer?, ¿de todo un poco?, aquí estamos, perece que dijeran. Salvados de la desgracia, entonces, lo único que hará falta ahora es saber elegir qué y dónde. Porque no cualquier picada es digna de nosotros, ya sabemos. Que personas habrá muchas pero exquisitos, distinguidos caballeros, todavía somos pocos.

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